Las realidades traumáticas que salen a la luz pública en donde se relaciona a personajes en funciones públicas y su conexión con mafiosos, delincuentes o corruptos, contribuye a que disminuya la credibilidad y confianza en la clase política, que de por sí penosa. No son todos los que están y tampoco no están todos los que deben ser juzgados por la ley. La verdad, la gran perjudicada es la sociedad ecuatoriana en su conjunto. Los políticos en términos generales deben pensar muy bien para asumir responsabilidades y no creer que cuando llegan al poder todo ha sido satisfecho en favor de sus privilegios y ambiciones. La clase política debe cambiar, pero más aun los ciudadanos que los elegimos.