La actividad política deja siempre enseñanzas, al igual que la vida misma. Las amistades que parecen ser sostenidas en el tiempo -por coincidencias o afectos- la política se encarga a veces de destruirlas porque en el camino hay obstáculos y momentos difíciles que obligan a definir prioridades. Pero esa valentía que pueden asumir las personas en torno a sus creencias, convicciones o principios, no son iguales en otros personajes que prefieren velar por sus intereses antes que adoptar posiciones firmes en favor de un conglomerado que los llevó, con su voto, a ocupar una dignidad. En varios cabildos vemos esos rompimientos que muestran a las personas de cuerpo entero y dejan clara su posición.