Este país parece de Ripley. Por un lado la mayoría del pueblo ecuatoriano, trabajador y sacrificado por la pandemia, exige que la clase política haga bien las cosas para tratar de encontrar el camino del desarrollo; por otro, ha sido la misma pandemia la que ha permitido mirar de cuerpo entero la grave corrupción que azota las estructuras del Estado. No se entiende cómo las leyes permiten que quienes están siendo procesados intenten ser candidatos de elección popular, otros que están presos inscriben sus nombres para su participación electoral (¿qué tipo de partido político es el que permite semejante disparate?) y finalmente, la farándula también reaparece. ¡Mucho ojo con lo que viene!