Cada vez y cuando en el ejercicio de la función pública aparecen denuncias sobre el mal uso de los recursos, aquellos que nos pertenecen a todos y cuyo propósito principal, se supone, es la pulcritud con que se invierten con retribución para los ciudadanos a través de obras que mejoren su estilo de vida. Pero eso no se ve constantemente, por el contrario es evidente el malgasto, malversación, prepotencia y abuso a espaldas de los contribuyentes. Eso se ha convertido en un mal nacional, una práctica innoble donde unos pocos se benefician en detrimento de la mayoría que no conoce de esos manejos, pero sí de los nefastos resultados. ¿Hay necesidad de beneficiarse a costa de todos? Eso es corrupción.