La politiquería, con sus excepciones, ha dado muestras de que es fácil quebrantar los principios ideológicos, parapetándose en aquello que se va convirtiendo en estribillo: “no soy de izquierda ni de derecha”, justificando un posible atraco en nombre de la “independencia”. Hay candidatos que ofrecen lealtad a los postulados del partido al que representan y honestidad en sus comportamientos, pero es tan débil su convicción que no les importa traicionar, cambiarse al sector que le ofrece prebendas y ser un servil del “jefe” de turno para satisfacer aspiraciones personales innobles. Cuidado con aquellos que no tienen escrúpulos para traicionar ideales y ser desleales con sus propios amigos.