El odio politiquero se manifiesta de diferentes formas y en la actualidad hablamos de gente arribista que no demuestra la talla de estadista, por el contrario su mente y su corazón están ardiendo de odio, revanchismo, desquite, beneficio personal, corrupción y ninguna propuesta en favor de la población que requiere respuestas ciertas ante la serie de problemas y dificultades que requieren ser solucionadas con inteligencia, buenos propósitos y pensando siempre en el bien. Cuando por esas cosas de la vida llegan a un cargo público, sin merecerlo, se pierden en las telarañas de la politiquería, se hunden en el fango de sus evidentes limitaciones y se escudan en la sórdida manipulación.