Las realidades inverosímiles que suceden en el país, causan desmotivación e ira en la población que mira con desconcierto y desconsuelo lo que sucede con quienes son los encargados de darle confianza a la gente. Quienes roban una gallina se van varios años a la cárcel y quien es asesino confeso, después de haber matado a un hombre y de ser sentenciado a 20 años de prisión, sale por la puerta grande, gracias a los jueces que son todo, menos eso. Otros con poder quedan presos en la casa o siguen en sus cargos con grillete, pese a haber afectado al país con actos de grave corrupción. A esto que llamamos corrupción, los ecuatorianos le tememos más que al mismo coronavirus. ¡Hora de cambiar!