‘Mi madre siempre me dio fuerzas’
Ibarra.- “Hay personas que están sanas, que se mueren de las iras, tal vez porque no les mandaron a un baile o porque no tienen dinero para comprar el último celular. Sean conscientes porque tienen una vida por delante, porque están completos”, dice Mayra Escobar o ‘May’.
El 8 de marzo cumplió 23 años de edad, uno de los deseos de esta admirable joven, es que haya voluntarios reales en la Fundación Jóvenes Contra el Cáncer, y que las personas no se quejen de los problemas. Ella nos cuenta un poco de su historia con una gran sonrisa.
“Los jóvenes deben concienciarse más, deberían alimentarse bien, creo que no nos cuesta mucho cocinar un arroz con ensalada, que eso sirve muchísimo más, a que te compres una funda de snack, sin darte cuenta el daño que te pueda causar.
Me dediqué a trabajar, estudiaba a distancia y no me daba cuenta de la alimentación, solo comía bien cuando venía acá. A mí me detectaron el cáncer ya avanzado hace un año y medio, estuve en quimioterapia, me dieron radiación, y como muchos pacientes la quimio es terrible, la radiación es aterradora.
Yo nunca llegaba desarreglada a Solca, yo iba siempre bien arreglada, pero salía hecho pedazos, como se dice vulgarmente como ‘perro con veneno’.
Después venían los escalofríos, el vomito, la fiebre.
Pero en sí suspenden el tratamiento por dos motivos: porque ya te has curado o porque ya no se pueda hacer nada.
Hay que luchar hasta cuando Dios quiera porque él es el que tiene la última palabra, siempre. Me gusta mucho la agronomía, la tierra, yo crecí en el campo con mí abuelita y me enorgullezco de eso.
Pero a veces se truncan porque por el momento ya no se puede y tampoco hay que rendirse.
El cáncer depende de la actitud, hay muchos que hemos decidido no rendirnos y seguir adelante, el cáncer es simplemente una etapa, la cual puede ser superable así te mueras porque depende de ti.
Al inicio fue duro porque solo sabía mi mami, mi familia se enteró después, pero el ver a mi mamá que se sacaba la ‘madre’ trabajando y darme a morir, no era justo.
Eso me dio fuerzas, mi madre, son ángeles, porque sin las madres no seríamos nada. Nadie sabía porqué mi madre no llevaba comida al trabajo, y ella dejaba de comer por comprarme una receta médica, por estar ahí conmigo, por darme alimentación, por los pasajes a Quito, ver el sacrificio en mi madre, cómo me iba a rendir, hubiera sido demasiado injusto de mi parte.
Me han diagnosticado cáncer terminal y aun así tengo una sonrisa en el rostro porque tengo a mucha gente que me quiere, que me viene a ver, he conocido a personas maravillosas en el camino.
Una sonrisa es tan simple y llena tanto a la gente, nos llena a nosotros mismo”.