Los hechos consumados
Llegaron de noche cuando todos dormían. ¿Tractor o excavadora? Pocos lo saben, pero hicieron lo que amenazaron hacer: derrumbaron el acceso al templo del sol, a la pirámide truncada. Con las primeras horas del sol, los moradores de Caranqui solo pudieron comprobar que una parte de la estructura, de lo que fue parte del museo de esta parroquia, sólo quedaban escombros.
Aquí se demostraba, una vez más, el enorme valor que los estrategas otorgan al factor sorpresa, a los hechos consumados, un procedimiento nada ético que indigna pero que ata las manos y acalla las protestas. Táctica evasiva ante la cual solo caben lamentos e inútiles medidas posteriores, sobre todo cuando el poder ha logrado envilecer a quienes podrían oponerse y evitar los atropellos.
La teoría de los hechos consumados no es nueva. La inventaron emperadores y reyes, generales y soldadesca, gobiernos autoritarios, es decir todos aquellos que se creen con todo el poder para imponer su voluntad pese a quien pese. Los que manejan esa retórica impositiva de que se hace porque se hace, o de que va porque va.
La revolución que supuestamente vivimos, autodenominada ciudadana, olvida a los ciudadanos, pasa por encima de ellos, de sus criterios y hasta de su oposición, al menos en el caso de la remodelación de la plaza de Caranqui. Los reclamos, comunicados públicos o dirigidos a las autoridades de la ciudad no han servido de nada. El Concejo, constituido por representantes ciudadanos, de Ibarra, de las comunidades karankis y cayambis, han preferido el silencio, si no son cómplices del Ministerio de Cultura y del Instituto Nacional del Patrimonio que abanderan la remodelación.
Voces sensatas como las de Enrique Ayala Mora o la de Quinatoa que hablan desde la vertiente histórica y ancestral han sido desechadas. ¿Qué van a dar a Caranqui, a cambio de la destrucción de sus íconos? Cancha de básket, parque infantil. Baratijas en lugar de cultura.
Jacinto Salas Morales
salasjacinto@yahoo.com