Los difuntos
En el calendario litúrgico católico, la Iglesia coloca el 2 de noviembre la conmemoración de los fieles difuntos, centrado en el Ministerio Pascual de Cristo. El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida hacia Él y la entrada en la vida eterna.
Cada hombre después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en juicio particular que refiere su vida a Cristo. La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo. Manteniendo un culto especial a nuestros fieles difuntos, es tiempo de visitar los cementerios y participar en las misas como sufragios por las almas; en nuestras culturas existen valores cristianos que unen a la familia en sentimientos de fe, solidaridad y esperanza cristiana. En esta ocasión todos meditamos sobre los novísimos o verdades fundamentales como son: la muerte, juicio, infierno y gloria. La Iglesia cuando concede al cristiano moribundo, la unción y el viático como alimento para el viaje, le habla entonces con una dulce seguridad: alma cristiana, al salir de este mundo, marcha en el nombre de Dios trinitario y entra en el lugar de la paz y que tu morada esté junto a Dios en Sión, la ciudad santa con Santa María Virgen, Madre de Dios, con San José y todos los ángeles y santos. Te entrego a Dios y, como criatura suya, te pongo en sus manos, pues es tu Hacedor, que te formó del polvo de la tierra. Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados viven para siempre en Cristo. En este Año de la Fe, como hijos de Dios y miembros de la Iglesia, caminemos con esperanza y la santidad en el cumplimiento ético y moral de todas nuestras actividades humanas siempre amemos el bien y rechacemos el mal; construyamos la civilización del amor fraterno compartiendo nuestra vida y nuestros bienes sin egoísmo y ambiciones, sino ayudándonos mutuamente en todas nuestras necesidades humanas. Al ejemplo de Jesús vivamos las bienaventuranzas y las obras de misericordia con el prójimo. Recordemos aquella frase poética: en vida hermano, en vida. Con valentía y optimismo vivamos cada día y dejemos las inmortales obras del bien en este mundo.
P. Mauro Aguirre T.
Especial para diario EL NORTE