Cinco años
Es probable que sea todavía muy temprano para intentar hacer un equilibrado balance del ejercicio del poder del Presidente Correa en estos cinco últimos años.
Las pasiones y fanatismos están demasiado encendidos como para lograr que los análisis de un articulista, sean apreciados con la debida perspectiva por todos los actores.Basta acercarse a los chats de las redes sociales, para vislumbrar el extremo de las posiciones antagónicas y a qué grado de confrontación ciudadana nos ha ido conduciendo una gestión esencialmente maniquea de la política.
No cabe duda que en el último lustro, el Ecuador ha logrado significativos avances en diversos campos. Es innegable la inversión en la vialidad. Los esfuerzos en educación y salud son visibles. Las inversiones en generación eléctrica, telecomunicaciones, tecnología proyectan, definitivamente, al país al futuro y esto es invaluable.
Estos, entre otros, son los flancos positivos de una gestión que pudo cumplirse gracias a la coyuntura de los altos precios del petróleo que ninguna administración presidencial anterior la tuvo y que por lo mismo, no son equiparables con la presente.
Pero, esta tarea sin duda positiva en el plano del desarrollo de la infraestructura física del país, choca, tremendamente, con el manejo político de la gestión pública caracterizada por un afán desmesurado de captar todos los espacios de poder, por un desbordado autoritarismo y ansia de hacerlo todo y controlarlo todo, de anular todo intento o sospecha de discrepancia o de oposición.
Por un desenfrenado maniqueísmo que anula toda posibilidad de diálogo, de entendimiento entre los ecuatorianos. Cuestionable procedimiento que borra totalmente prácticas consustanciales al convivir democrático de la nación.
A cinco años del ejercicio del poder este es el saldo negativo de una administración que encuentra en la división el mejor mecanismo para frenar oposiciones, inhabilitar diferencias, e imponer su voluntad.
Jacinto Salas Morales